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Adaptación, resiliencia, propuesta y diálogo son cuatro palabras que describen los procesos que ha enfrentado la oficina de Rimisp en Ecuador durante el 2020. Ney Barrionuevo, su director, reflexiona sobre estos 12 meses de trabajo, nuevos retos, cambios y planificación para una nueva forma de entender la realidad.
Entre los mayores desafíos que esta oficina y su equipo técnico han tenido que enfrentar, están los ajustes que debieron realizar para dar continuidad a los procesos que ya se habían iniciado de forma presencial y que, debido a las medidas de emergencia adoptadas para frenar los contagios del Covid-19 en Ecuador, “han tenido que acoplarse a las nuevas circunstancias y tecnologías, no siempre de manera fácil porque una de las brechas de desigualdad urbano-rurales es precisamente la conectividad. El acceso al Internet, con el que no cuentan todas las comunidades del país es parte de los obstáculos con los que hemos tenido que contar durante la mayor parte de este año”, explica Ney Barrionuevo.
Rimisp en Ecuador ha estado en el epicentro de la construcción de las Políticas de Estado para el Agro 2020-2030 y en el diseño del Plan Nacional Agropecuario para ese mismo período. Los dos procesos contemplan mecanismos de diálogo participativo, que hasta antes de la pandemia fueron presenciales y que luego debieron adaptarse a las videoconferencias. La misma situación sucedió con el Grupo de Diálogo Rural (GDR), que ha logrado mantenerse de manera virtual luego de marzo pasado, con la declaratoria de alerta sanitaria. “Así también con el nuevo proyecto Siembra desarrollo. Pequeña agricultura y alimentación resilientes al COVID-19 financiado por el Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo (IDRC) de Canadá, que se centra en sistemas sostenibles y que, igualmente, utiliza el diálogo con actores de la ruralidad en Guayas y Los Ríos”.
A pesar de las dificultades propias de la situación mundial, los aprendizajes y la colaboración de Rimisp en nuevos espacios no han cesado. Desde el ámbito de la incidencia y del potencial de impacto nacional, hemos colaborado con la construcción de las Políticas y Plan Nacional Agropecuario 2020-2030 para el Ministerio de Agricultura y Ganadería del Ecuador, a través de un convenio con FAO. Este trabajo conjunto ha evidenciado la necesidad del agro y la ruralidad ecuatoriana de contar con un norte estratégico y un plan de acción, que dé cuenta de los desafíos de la alimentación, la pobreza rural y la desigualdad territorial. Pero también de las oportunidades de la exportación, de la importancia de incluir al cambio climático en el diseño de las políticas, “que se han ido construyendo de una manera creativa y logrando consensos entre los actores a través del diálogo”, señala el Director de oficina de Ecuador.
En el plano territorial, el Proyecto de Mejora de la Competitividad y Comercio para Quito, implementado con la Secretaría de Producción del Distrito Metropolitano de la capital, que contempla una metodología y un piloto entre pequeños horticultores y una empresa comercializadora, “demuestra que la teoría se puede llevar a la práctica en alianzas sostenibles e inclusivas, y que el diálogo entre actores rinde frutos a nivel nacional, pero también en iniciativas concretas locales”.
A raíz de la pandemia, la oficina en Ecuador recibió múltiples requerimientos de análisis de impacto de la crisis que se había iniciado y que se estaba desarrollando y afectando a una serie de ámbitos. El Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) citó la experiencia de Rimisp, para un estudio sobre el agro y la pequeña agricultura. Mientras que la representación del Programa Mundial de Alimentos (PMA) en el país, utilizó nuestro conocimiento sobre la seguridad alimentaria. En esta colaboración se propuso a las autoridades la entrega de un bono alimentario de emergencia, para la población en situación vulnerable, sugerencia que fue aceptada. Para el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), se elaboró una nota técnica, que representa una mirada más amplia de la situación actual del agro, la forestería y la pesca. Este documento también incluye oportunidades en biocomercio.
Ney Barrionuevo analiza estos procesos y las oportunidades que representan para Rimisp. “Los aprendizajes comunes hablan de la necesidad de investigación aplicada y análisis estratégicos y de coyuntura; de la importancia creciente en Ecuador del enfoque de sistemas agroalimentarios y de la preferencia del diálogo entre actores, como el mecanismo más adecuado de discusión de los temas y de construcción de propuestas, todos ellos ámbitos en donde nuestra oficina en el país ha desarrollado conocimiento, experticia y posicionamiento”, indica.
Y con las experiencias, las lecciones aprendidas y la visión de la realidad que se está configurando en el país andino, las previsiones para 2021 están relacionadas con hechos políticos de gran relevancia, como el cambio de las principales autoridades de la nación que elegirá un nuevo Gobierno entre febrero y abril del año que viene. Sobre este aspecto, el Director de Rimisp en Ecuador, cree que se abrirán posibilidades de análisis sectoriales, por cadenas y del sistema agroalimentario en sí, “así como para la incidencia en cambios de las políticas públicas y la reactivación económica post pandemia. Este último aspecto plantea al sector público y privado los retos de una recuperación más sostenible e inclusiva, coordenadas en las que pueden encontrar en Rimisp, que es ya un actor reconocido para ese tipo de análisis, propuestas y espacios de diálogo, tanto a nivel nacional como territorial. Las asesorías con el Consorcio de Gobiernos Autónomos Provinciales Del Ecuador (Congope) o la continuidad del proyecto con la Secretaría de Producción de Quito, esta vez enfocado en las oportunidades de bioemprendimientos en las parroquias rurales, dan cuenta del espacio que hemos consolidado”.
Mantener el posicionamiento de Rimisp, como un actor relevante en el conocimiento del agro y la ruralidad en Ecuador, es una de las prioridades en las que se enfocará el trabajo de la oficina durante 2021. Su punto de vista en los Sistemas Agroalimentarios Sostenibles e Inclusivos y su alta capacidad de facilitación de diálogos y acuerdos, en un escenario que contempla la transición hacia un nuevo gobierno nacional, así como la movilización de recursos en un año en el que aún se sentirán las secuelas del decrecimiento actual del Producto Interno Bruto (PIB), con una caída del 9%; sumado a las restricciones presupuestarias en el sector público. “Sin embargo de ello, Rimisp tiene avanzados diálogos y propuestas con actores de interés como la Secretaría de Productividad de Quito y el Proyecto Fortalecimiento de los Actores de la Economía Popular y Solidaria FAREPS-FIDA, con los que será posible alcanzar una estabilidad financiera a la espera de nuevas iniciativas o proyectos de investigación aplicada con la nueva administración, sin descuidar al GDR como herramienta permanente, que es demandada por diferentes actores para plantear temas y buscar soluciones comunes”, afirma.
Así también menciona al Proyecto Siembra Desarrollo como una oportunidad de resiliencia y cambios en el sistema agroalimentario, tras los impactos del Covid-19. “Este espacio constituye una prioridad de implementación porque demuestra en la práctica el enfoque de sistema agroalimentario de base territorial y el énfasis en mujeres rurales, que forma parte también de la nueva agenda de Rimisp y de la ruralidad”.
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