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Los impactos del COVID-19 han afectado de manera directa y diferenciada a miles de familias en los territorios rurales y urbanos en América Latina, en donde la desigualdad que caracteriza a México y la región, recrudecen los impactos de la pandemia, como el limitado acceso a servicios de salud pública, de agua y saneamiento, hasta la disponibilidad de transporte público en los territorios. Esto sin mencionar los efectos derivados del desempleo y escasez de ingresos económicos entre las familias.
La publicación “Desigualdades de género y territoriales frente al COVID-19”, de la reciente actualización del Observa torio de Género. Mujeres y Territorio de Rimisp, aborda la composición familiar de estos hogares previo a la pandemia, abordando indicadores relacionados a la composición familiar, acceso a servicios sanitarios en el hogar y transporte a centros de salud, desagregando la información según tamaño del territorio rural-urbano y según sexo de la jefatura del hogar. “Estos indicadores representan algunos de los aspectos de la vida cotidiana que se han vuelto críticos bajo el contexto de la crisis sanitaria”, indica el documento.
En el caso de México, los impactos de la pandemia en las comunidades rurales tienen rostro de mujer, especialmente en aquellas que se encuentran en condiciones de vulnerabilidad y pobreza. En cuanto a la composición de estos hogares, las cifras del Observatorio de Género. Mujeres y Territorios, muestran que aquellos encabezados por mujeres son mayoritariamente monoparentales (60,6%).
Sumado a esto, la presencia de personas de 65 años o más es un 27,4% mayor en los hogares encabezados por mujeres. Del mismo modo, la tasa de dependencia –a saber, el total de personas en edad inactiva (niños y adultos mayores) sobre la población activa del hogar– es un 16,4% mayor si se compara con aquellos hogares encabezados por hombres. Este conjunto de indicadores sobre la composición del hogar muestra la mayor vulnerabilidad de gran parte de los hogares con jefatura femenina, especialmente de los territorios más rurales.
Las restricciones de movilidad y el cierre de escuelas en el país, incrementa la carga del trabajo de cuidados dentro de las familias, recayendo estos de forma desproporcionada en las mujeres. Al respecto, Martha Leticia Ortiz Sosa, originaria del Municipio de San Cristóbal Amoltepec, región de la mixteca Alta de Oaxaca, integrante de la organización Enlace Comunicación y Capacitación A.C[i]. y actual regidora de la salud en el mismo municipio, nos explica: “la carga de trabajo doméstico y de cuidados se ha duplicado con la pandemia, yo tengo tres hijos pequeños a los que debo de asistir, tanto en sus actividades diarias como en las escolares que desde la pandemia se trasladaron al hogar. Entre los mayores retos a los que nos hemos enfrentado, es la falta de herramientas tecnológicas para continuar su aprendizaje en línea y la mala conexión a internet que tenemos en la comunidad”.
Las enfermedades crónicas ante la pandemia
Vale la pena recordar que, al inicio de la pandemia, la gran mayoría de comunidades rurales en México decidieron mantenerse en aislamiento al cerrar sus accesos para evitar un brote de contagio. Sin embargo, esto no ha significado que las comunidades cierren en su totalidad ya que como señala Ortiz Sosa “desde que comenzó la crisis sanitaria han regresado muchas personas que vivían fuera de la comunidad. Los principales perfiles que encontramos son trabajadores temporales, estudiantes o habitantes que perdieron su trabajo en las ciudades y están volviendo. Para este grupo de persona, ha sido difícil seguir las reglas impuestas de prevención, ya que quieren seguir con las dinámicas de las grandes urbes y no siguen las recomendaciones. Hasta el momento, afortunadamente, no hemos tenido ningún enfermo en la comunidad, pero si esto sucediera sería fatal, debido a las enfermedades crónicas preexistentes en San Cristóbal Amoltepec como lo son, la diabetes, hipertensión y los problemas cardiacos”.
Los saberes y semillas recobran importancia en medio de la pandemia
Por otro lado, a casi un año del inicio de la pandemia ocasionada por el COVID-19, Leticia Ortiz, nos explica que ha encontrado una forma para tener un sustento en casa, gracias a la siembra de hortalizas, retomando alimentos (semillas) y prácticas ancestrales. “Ha sido muy complicado encontrar trabajo durante estos meses, así que tuve que recurrir a la producción de hortalizas. Recuperamos en la comunidad los alimentos ancestrales, que el sistema nos enseñó que no eran buenos, ya que eran comida para pobres. Asimismo, he recuperado el uso de plantas medicinales a través de la técnica ancestral de la herbolaria para prevenir y mitigar los devastadores efectos del virus. A partir de la transmisión del conocimiento ancestral en la comunidad, hemos recuperado muchas plantas para tratar problemas respiratorios, que, si bien no curan la enfermedad, sí fortalecen el sistema inmunológico contra el coronavirus y otras enfermedades”.
De esta forma, la mujer de 40 años encontró en la agricultura familiar y en técnicas ancestrales, la manera de mantener a sus hijos y la posibilidad de no tener que depender de nada, ni nadie.
[i] Organización de la sociedad civil que acompaña a comunidades campesina e indígenas en sus procesos de formación y organización comunitaria
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Desde Rimisp - Centro Latinoamericano de Desarrollo Rural, en el marco del acompañamiento y trabajo conjunto que viene realizando con...
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Estudio fue publicado en la Revista Austral de Ciencias Sociales de la Universidad Austral de Chile.
El paper aborda los principales problemas vividos a principios del 2020 por los hogares rurales en Chile, Colombia, Ecuador, Guatemala...