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La sobrecarga del trabajo doméstico, un mayor riesgo de contagios de COVID-19, desempleo y pérdida del nivel de los ingresos son algunos de los impactos que sufren las mujeres ecuatorianas, debido a la crisis generada por la pandemia. Efectos que agravan una situación que ya evidenciaba desigualdades frente a los hombres y que durante los meses pasados se han profundizado.
Hasta marzo de 2020, la realidad de las mujeres en este país arrojaba algunos datos reveladores sobre una constante de inequidades. De acuerdo con las cifras emitidas por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC), se daba cuenta de indicadores como un 28% de mujeres consideradas jefas de hogar, a nivel nacional. De esa totalidad, el 20.2%, no tenía nivel de instrucción alguno y el 58,5%, alcanzaba solamente la educación básica.
En lo referente al acceso al mercado laboral, encontramos que 3,4 millones de mujeres formaban parte de la Población Económicamente Activa (PEA) en el Ecuador. Es decir que, de un total de 8.099.030 personas en edad productiva; el 42% son mujeres. Y de ellas, el 32% de las mujeres empleadas contaban con un trabajo adecuado. Un 17% estaba subempleada, un 51% en el empleo informal y 4.8%, en el desempleo, contrastando con el 3,4% de hombres en el desempleo. Así también dos millones de mujeres lideraban un pequeño, mediano o gran emprendimiento en el Ecuador.
Según la Encuesta Específica del Uso del Tiempo, en el Ecuador, elaborada por el INEC, las mujeres dedicaban 31.4 horas a la semana al trabajo doméstico no remunerado. Las mujeres rurales superaban el promedio nacional y alcanzaban 34:33 horas en promedio a la semana, para esta actividad sin reconocimiento monetario.
Sin embargo, estas cifras han cambiado drásticamente desde la declaratoria de emergencia sanitaria, colocando a las mujeres en una situación de vulnerabilidad, que afecta directamente su bienestar. De acuerdo con el informe “Impacto Social del COVID-19 en Ecuador: desafíos y respuestas”, elaborado por el Centro de Desarrollo de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), junto con el Gobierno de Ecuador y la Unión Europea, estos efectos se aprecian en una diversidad de aspectos.
La sobrecarga de trabajo de cuidados no remunerado afecta mucho más a las mujeres. “Debido a la saturación de los sistemas sanitarios y al cierre de las escuelas, la carga de trabajo se multiplica para las mujeres, quienes, por lo general, tienen la responsabilidad de atender a familiares enfermos, adultos mayores y niñas y niños”, explica el documento.
En este punto también debe sumarse el apoyo a las tareas escolares de los hijos o de la educación en su totalidad, debido a la modalidad de educación a distancia o desde casa, que adoptó el estado ecuatoriano, para frenar los contagios del coronavirus.
Esta realidad es la que ha enfrentado Lupe Rogel, productora de café y emprendedora de la provincia de Pichincha, representante de la Red Nacional de Jóvenes Emprendedores Rurales del Ecuador (Renajer), quien cuenta que debieron adaptarse “de un día para el otro a la nueva modalidad de estudio con mis niños. Sintiendo esa sobrecarga de trabajo, estar al tanto de su educación y al mismo tiempo intentar salir adelante con el trabajo y las tareas de la casa.”
La pérdida de los empleos, generada por el cierre de las actividades económicas, es otro de los grandes impactos. De acuerdo con el documento “Reflexiones en torno al impacto de la emergencia sanitaria por COVID-19 sobre las mujeres en Ecuador”, el porcentaje de mujeres dedicadas a las actividades informales supera el 40%, “por lo tanto, son las más afectadas frente a una crisis sanitaria y económica ya que sus economías dependen de sus ventas al día”, indica.
En el sector del empleo formal también se ven las afectaciones directas sobre las mujeres, debido a su concentración en los sectores más golpeados por las restricciones sanitarias. “En América Latina en general, los sectores de seguridad social, comercio al por mayor y por menor, restaurantes y hoteles, servicios empresariales, transporte, almacenamiento y comunicaciones, concentran el 78% de las mujeres ocupadas de la región. Además, se están registrando más denuncias de despido intempestivo y obligación de tomar vacaciones entre los jóvenes y las mujeres”, señala el informe de OCDE.
Lupe Rogel retrata esta situación, ya que su emprendimiento, una cafetería en el centro de la ciudad de Quito, en donde comercializa el café Perla Negra que se produce en su comunidad al noroccidente de la capital del Ecuador, sufrió un desplome “brutal en las ventas”, debido al cierre de los negocios no prioritarios por varios meses. Reflexiona sobre la situación que debieron atravesar sus compañeras productoras de café, “no había trabajo para ellas dentro de los cafetales, tenían miedo de salir ya que en nuestra comunidad hay bastantes adultos mayores y prefirieron proteger su salud”.
Otro aspecto señalado es el propio riesgo de contagio del virus, que representa para un buen porcentaje de mujeres, ya que un 69% de los empleos del sector salud, está ocupado por mujeres.
Para las mujeres ecuatorianas se ha sumado una preocupación adicional. Intentar que se cumpla con el aprendizaje escolar de los hijos y su propio trabajo, a través de medios digitales, en un afán por cumplir con la escuela en casa y el teletrabajo. Sin embargo, en zonas rurales del Ecuador, apenas el 16.1% de los hogares cuenta con acceso a Internet, y “solamente el 39.9% de los individuos en hogares pertenecientes al 20% más pobre usaban Internet, en 2017”, frente al 73.7% de los hogares con más ingresos, señala la investigación, con lo cual la brecha digital y educativa se ahonda aún más en este escenario crítico.
Ecuador entró en la etapa más restrictiva de la cuarentena el 12 de marzo de 2020, a casi un año de la adopción de medidas de emergencia para frenar los contagios del virus, la reactivación económica y social avanza lentamente. Lupe Rogel ha reabierto su cafetería, enfrenta el presente y el riesgo con una sonrisa y con el afán de recuperarse de la crisis que ha representado para ella, así como para miles de ecuatorianas, la aparición del COVID-19. Sin embargo, siente que la situación no ha mejorado, debido a las deudas que se adquirieron para sobrevivir en los meses de confinamiento total. Además, explica que los “nuevos impuestos que se han decretado desde el gobierno nos están afectando terriblemente. El Estado nos ha abandonado a las mujeres. A nosotras nos cuesta aún más salir adelante. Soy cabeza de familia y he tenido que ver la forma de darles una alimentación adecuada para proteger sus defensas, estar pendiente de la educación en casa y eso ha aumentado nuestro estrés”.
De acuerdo con las estimaciones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), la pobreza en el Ecuador podría haber llegado al 30%, y la pobreza extrema hasta el 9,9%, en 2020. De estos porcentajes, se debe entender que las mujeres están especialmente afectadas y tienen menos oportunidades de superar los impactos más fuertes que el COVID-19 está ocasionado.
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