En Chile las jefas de hogar de territorios rurales se sobreponen a la pandemia

29/01/2021

Pese a las condiciones de vulnerabilidad en que enfrentaron la crisis sanitaria, no se han dejado abatir por el aislamiento. Desde ANAMURI Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas, explican cómo el incipiente uso de la comunicación digital las ha impulsado a formar nuevas redes de apoyo, así como espacios de educación sobre huertas y hierbas medicinales.

¿Cómo enfrentaron la pandemia las mujeres rurales de Chile? “De diferentes formas”, dice la secretaria ejecutiva de la Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas (ANAMURI), Mafalda Galdámes.

“Al principio, muy de sorpresa. De mucha perplejidad. Incertidumbre. Costó asumir que el proceso venía para largo. El principal problema de las compañeras era el estado de ánimo. Hubo mucho estrés psicológico. Miedo. Mucho miedo. Las compañeras a veces se conectaban al teléfono y se ponían a llorar. Además, sentían la soledad. Esa sensación se instaló en ellas. Eso había que superar”, explica.

Justo con estas dificultades, la última actualización del Observatorio de Género, Mujeres y Territorios de Rimisp – Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural, da cuenta que los hogares encabezados por mujeres en los territorios rural-urbanos han enfrentado la crisis sanitaria en condiciones de mayor vulnerabilidad.

Primero, porque en Chile este tipo de hogares son en su mayoría monoparentales (69,3%), cifra que contrasta con los hogares dirigidos por hombres (10,5%). Sumado a esto, la presencia de personas de 65 años o más es un 14,6% mayor en los hogares encabezados por mujeres. Del mismo modo, la tasa de dependencia –a saber, el total de personas en edad inactiva (niños y adultos mayores) sobre la población activa del hogar– es un 21% mayor si se compara con aquellos hogares liderados por hombres.

Al respecto, Galdámes señala: “Lo dicen los datos y la práctica lo reafirma. Todavía está asentada la cultura patriarcal y machista de que las mujeres son las cuidadoras de hogar. Es muy difícil superar esa barrera”.

Asimismo, indica que “la mayoría de las mujeres rurales se están quedando solas. Son hogares donde hay mucha gente mayor. Cuando hay hijas, ayudan a esas mujeres. La hija es la sostenedora de la economía del cuidado. Porque las mujeres sostenemos los cuidados. Para nosotras, esa son las mujeres guerreras, que han logrado sobrevivir en estos tiempos de forma independiente”.

Uno de los elementos que las ha ayudado a sobreponerse, señala la secretaria ejecutiva de ANAMURI, son las redes de comunicación digital que han generado entre dirigentes y socias. Aunque en un comienzo fue difícil la conexión –incluso brindaron celulares, computadores y baterías a algunas integrantes de la Asociación–, lograron retomar conversaciones e impulsar iniciativas.

“Se creó un WhatsApp, que se llama Compartiendo, que se amplió a todas las mujeres, fueran o no de ANAMURI, donde iban escribiendo mensajes como ‘Hoy recolecto moras’. ‘Hice mermelada’, o ‘dulce de membrillo’. ‘Fui a parir una oveja’. Eso las mantuvo unidas. Y se mandaban cuentos o chistes, historias o fabulas campesinas. Fue una instancia vital para ellas” señala Galdámes.

Así también, ANAMURI hizo talleres, que dictaron las propias mujeres campesinas: uno de huertas, bajo la campaña Compartir la semilla –“les permitía que estuvieran motivadas por algo, y no solo pendientes de la TV”–, y otro de hierbas medicinales.

Dada la posibilidad de contar con huertos o animales en los hogares rurales, “pensamos que en el campo no se alcanzó a pasar hambre, porque las mujeres del campo siempre tienen un resguardo. O están las gallinas, patos, pavos, o el chanchito por ahí. Hay siempre algo a lo que recurrir” dice Galdámes.

Sin embargo, no sucedió lo mismo en el norte, donde “la higiene es un problema secundario cuando no hay agua”.

Pese a que los datos del Observatorio de Género dan cuenta que los hogares liderados por mujeres en Chile tienen mayor acceso a servicio de alcantarillado (aunque en menor proporción en los territorios pequeños), el escenario de pandemia provocó en esa zona del país que “la gente que tenía huertas hoy no tiene prácticamente nada. Están con camiones aljibe, que van una vez a la semana a repartir y no les permite mantener huertas. Han tenido que subsistir de las ayudas gubernamentales. De las famosas cajas que no llegaron a todas partes. Para las compañeras de Salamanca, Los Vilos e Illapel, su peor drama fue la falta de agua. Allí la carencia alimentaria se notó mucho” explica la cofundadora de ANAMURI.

Debido a esta situación, a esas mujeres rurales, nortinas, no les ha quedado otra que “comprar frutas y hortalizas, que han subido de valor, al 100%. Todo fue de un alza abrumante” asevera la secretaria ejecutiva de ANAMURI.

Los hogares encabezados por mujeres enfrentan y han enfrentado, así, la pandemia en peores condiciones que aquellos liderados por hombres. Esto pues la monoparentalidad está asociada a menores ingresos en el hogar y es una de las causas de lo que se ha llamado la feminización de la pobreza.

La menor fuente de ingresos, en este tipo de hogares, se vincula también con otros dos indicadores, analizados por el Observatorio: el uso de transporte público para ir al médico, y el uso de transporte público para ir al hospital de urgencias.

Las familias con una única jefa de hogar utilizan más este tipo de transporte (un 16,5% en el primer indicador, y un 13,3% en el segundo), debido a la falta de recursos, lo que las expone a mayores riesgos frente a posibles contingencias sanitarias, sobre todo en contexto de pandemia.

“En la ruralidad tomar colectivo (auto de transporte público) es muy caro. Salir de una localidad, te vale el triple. Esas son las diferencias” explica Galdámes. Por eso, desde ANAMURI proponen que en este tiempo de pandemia “la mayor participación gubernamental debería estar enfocada en la agricultura campesina, por sobre la industrial. Es esa la agricultura que sustenta la alimentación local. La que abastece el comercio local”.

De esta manera, sostiene, se podría impulsar la autonomía económica de las mujeres, y aminorar las condiciones de vulnerabilidad en que han enfrentado la pandemia del COVID-19.

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